Hubo un tiempo en que en los primeros orígenes del cine, los actores y actrices vestían sus propias ropas. De hecho, se podía ganar más dinero por tu sombrero que por tu talento. Cuando la industria se trasladó a Hollywood, en los primeros años de la década de los 20, y empezó la edad de oro del cine, empezaron a florecer un grupo de diseñadores destacados:
Howard Greer, Adrian, Travis Banton, Walter Plunket y
Orry-Kelly. De todos ellos,
Adrian fue quien más talento demostró tener y quien más ejerció una influencia en la moda. Su vestido para
Joan Crawford en
“Letty Lynton” (1932), de organdí blanca con mangas anchas y arrugadas para hacer más anchos sus hombros y reducir su cintura, fue imitado en todo EE UU. Los Macy’s vendieron medio millón de prendas similares sólo en Nueva York. Este tipo de manga se introdujo en las colecciones de
Madame Grès y
Balmain 31 años después.
Sus hombreras tipo percha para Joan Crawford y su vestidos cortados en diagonal a través de la costura para Jean Harlow marcaron su impronta definitiva. Su sombrero flexible para Garbo en “La mujer ligera” (1929) y su otro sombrero de la película “Romance” (1930) cambiaron el mundo de la sombrerería.
Pero la mayor influencia de aquella época de Hollywood fue en los peinados y en los corpiños. Las cejas arqueadas y la boca con forma de corazón de
Clara Bow, la amplia boca rectangular de
Joan Crawford, las cejas pintadas de
Jean Harlow y su pelo rubio platino, el pelo rojizo de
Rita Hayworth, los grandes ojos de
Marilyn Monroe mirando con la boca entreabierta, suponen una buena muestra. El sujetador sin tirantes se relaciona con
Howard Hughes para mayor gloria de
Jane Russell en
“El forajido” (1943). Dicho sujetador convirtió a Russell en la primera pin-up.
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